La Argentina debate; permanentemente debate, casi todo es debatido. Y no concluye, deja abierta la puerta o la rendija para nuevos debates, también inconclusos, repárese sino en nuestra historia joven, apenas algo más de dos siglos desde 1810 o 1816, da igual.

En la actualidad el debate se da en el “reino de la doxa”. Esto es de la pura opinión, sin pruebas o fundamentos, contrario a la “episteme” que para el mundo y la cultura griega era el verdadero conocimiento, el que explicaba la naturaleza de las cosas, sus relaciones y sus efectos.

En el reino de la doxa todo es posible. Vaya un ejemplo, nada más que eso. En la esquina de la avenida Corrientes y Paraná una movilera, con sus cámaras y luces, le pregunta a un hombre que pasa qué le parece las obras realizadas en la avenida que la convierten en peatonal a partir de cierta hora. “Está bueno” dice el hombre y sigue su marcha. Propósito logrado: la doxa en estado puro. Nadie dice, ni pregunta, que ese hombre vive en González Catán y que una o dos veces al año viene al centro citado por un abogado. Y ¿por qué “está bueno”? La movilera ya está en busca de otras opiniones, tan sintéticas como la anterior.

El extremo de la doxa son las encuestas. A este concepto básico se le añade en nuestros días el desarrollo tecnológico, la televisión en primer lugar (los sociólogos afirman que más del 90 por ciento de la población reciben diariamente algún mensaje de ese medio) La telefonía móvil es otro elemento inexplicable. En una población de 44 millones de habitantes hay activos más de 65 millones de aparatos legales, registrados. Y están los otros…! Ahora se suman las redes y todo esto afecta a la Política.

No solo la afecta: la condiciona y hasta la determina en algunos casos.

Todas estas consideraciones vienen a cuento ya que en estos días, entre nosotros, se ha generado un debate sobre el cumplimiento de una ley que obliga a “debatir” a los candidatos presidenciales.

Sorprende la mirada sesgada de los legisladores y gobernantes populistas, supuestamente progresistas, siempre hacia el Norte. Si Estados Unidos aplica Primarias acá también, aunque se las distorsionan con un sistema casi autoritario,  obligatorio, pero legal. Si en el Imperio los candidatos debaten acá debe hacerse lo mismo, pero para ello es necesario una ley que los obligue. ¿A qué? Dos o tres minutos para cada tema, no importa su importancia. El colmo ocurrió en la organización del encuentro: se debatió quienes serían los periodistas que coordinaran las intervenciones y como no hubo acuerdo la Justicia Electoral los designó. ¡La Justicia interviniendo en el negocio televisivo! Esto es Argentina, señores.

Y una reflexión final y a nuestro juicio fundamental. En las últimas décadas la Palabra se ha devaluado tanto como nuestra moneda. Solo importa lo que aparece, la imagen, no lo que se dice.  Y sobre esto un escepticismo creciente. Ya casi nadie cree ni en la moneda ni en la retórica electoralista. ¿O no es así?

 

(*) El Lic Raúl Ivancovich es Sociólogo y periodista.