Por Héctor Zabala

 ¿La ambigüedad es un acertado recurso de comunicación para obtener buenos resultados?
Por ejemplo, en pintura y en otras disciplinas plásticas, la ambigüedad cotiza bien y en comunicación publicitaria tiene importantes defensores, pero, en comunicación política, en cambio, recibe muchas críticas.
Veamos.

En febrero de este año, Marcelo Longobardi dialogó en su programa de Radio Mitre con Juan Carlos de Pablo respecto del Covid-19. Sobre el final de la entrevista el economista remató, refiriéndose a las idas y vueltas del Presidente,que estamos en una situación en la que“ni Alberto sabe quién es Alberto».

Sus definiciones sobre el Pacto con Irán, sonun claro ejemplo; puede ir desde una acusación demoledora como profesor de derechode la UBA y considerar que lo impulsado por la entonces presidente Cristina Fernández constituye un probado delito penal a dar un giro de 180 grados y entender que sólo fue “un intento por destrabar el problema que existía con los acusados”.

Otro ejemplo: Después de repetir insistentemente que tiene un Plan Económico, pero que no lo quiere mostrar hasta no tener cerrado un acuerdo por la Deuda Externa, ahora sostiene que no creen en los planes económico.
En un programa televisivo, “Verdad /Consecuencia”, aclaró que no es una buena elección elegirlo a él para ese juego porque, dijo tex-tual-mente que «Es muy aburrido jugar conmigo porque… siempre digo la verdad»…Revelación que provocó sonrisas cómplices de las conductoras.

Alejandro Borensztein, en cambio, en su exitosa columna de Humor Político que los domingos publica en el diario Clarín, presentó al Tío Alberto como José Buenanoticia, porque, “A cada audiencia lo que dice lo que cada uno quiere escuchar”…
Y tras cartón, para fundamentar la opinión,hace un detallado punteo en el que a unos le dice una cosa y a otros otra cosa sobre un mismo tema.

Más acá en el tiempo,más precisamente la semana pasada, el diputado nacional de Juntos por el Cambio Waldo Wolff, cuestionó el modo de conducción del presidente de la Nación cuando dijo habló en el programa No Tan Millenials, que el primer mandatario «no definió cuál es su estilo». Y de inmediato precisó que «Su estilo siempre fue ambiguo…No podés llamar a la unidad y la semana anterior haberle dicho a gran parte de los votantes de Juntos por el Cambio que son canallas, miserables y confundidos”. “(Alberto Fernández) no sabe lo que quiere”, concluyóWolf (mdzol.com, 15-7-2020).

Sigamos…
El miércoles 15, en el diario Perfil, el analista político Alejandro Katz publicó una columna en la que aborda el tema sobre dónde está afincado el poder político en la Argentina, y se pregunta si en Balcarce 50 o en el Instituto Patria, situación a la que califica como un conflicto todavía no resuelto entre el Presidente y su vice.
Una de las hipótesis que se barajan, agrega Katz, es que Alberto Fernández no sabe lo que quiere, en coincidencia en lo que había manifestado el diputado Wolff.

Y dijo más: “Alberto Fernández fue un gran táctico. Alguien que construía acuerdos para lograr decisiones de corto plazo, que facilitaba alianzas, que podía destruir o construir, pero pensando en el corto plazo. No se conoce a Alberto Fernández pensando en el largo plazo…No se conocen sus ideas para el país… No se conocen sus hojas de ruta para una política sostenida y posible… No se sabe si tiene esas ideas y cómo querría implementarlas».

Y concluye: «Es posible que Alberto Fernández no pueda tomar todas las decisiones que quiera por la influencia de Cristina en su gobierno. Pero también es posible que no sepa qué decisiones debe tomar… Y eso sería, por supuesto, mucho más complicado para todos nosotros.”

El jueves último por la noche (16-7-2020), Diego Leuco en “Ya somos grandes”,pasó unos segundos del filme “Zelig”, una de las grandes creaciones de Woody Allen, un falso documental humorístico que situó la década del 20, en el que presenta al protagonista como una suerte de“camaleón humano”que se mimetiza con cada interlocutor.
Plantado así es lógico preguntarse si, ¿Alberto Fernández no sabe lo que quiere o simplemente es un operador político que sin respaldo propio encontró en la ambigüedad su mejor herramienta para prometer, escalar, negociar y mantenerse..?
Y de ser cierto esto último, ¿ser ambiguo es bueno o es malo..?

Otro enfoque…
Jaime Rosemberg, en este caso analizando la trayectoria de Daniel Scioli, asegura que la ambigüedad es la herramienta preferida de los candidatos indefinidos. Es decir, que es un recurso que en determinadas circunstancias puede resultar muy útil. Scioli es reconocido como un probado experto en la materia que llegó a reconfirmar su estilo cuando sintetizó su plataforma electoral en una frase… Fue cuando dijo que era…“la Continuidad con Cambio..,
Cambio y Continuidad. Por un lado buscando la adhesión de los que reclamaban un golpe de timón y, por otro lado, la adhesión de los que apostaban a la continuidad del kirchnerismo.

Y aquí voy a sumar una fichita de marketing publicitario a este análisis…

UliWiesendanger, la W (*) de la agencia de publicidad internacional TBWA, con la que estuvo asociado Ernesto Savaglio, que fue un reconocido experto en marketing político, está totalmente a favor de la ambigüedad y lo fundamente así:
“Un mensaje lógico y claro NO le deja lugar al receptor para involucrarse…
Acepta el mensaje como una orden o la rechaza… Es decir, divide…»
Suma por un lado y excluye por el otro, agrego yo.
En cambio, Wiesendanger, un suizo que hizo carrera en Nueva York y en París, sostiene que“Recurriendo a la ambigüedad yo le doy la posibilidad de que el receptor piense conmigo y, por lo tanto, participe…Es decir, que cada uno, por distintos motivos, se sienta reflejado…

Reconoce, eso sí, que “Nos gusta la gente que es clara, que es honesta, que es definida, pero en el tema de las comunicaciones, donde se trata de seducir, es mejor ser ambiguo. Esto permite hablar a dos o tres niveles diferentes…

Y aquí mi conclusión:para seducir y sumarla ambigüedad puede ser un buen recuso, pero a la hora de gobernar, tarde o temprano, se convierte en un problema y termina creando conflictos de resolución imprevisible.

Tal vez por todo esto haya tenido tanta repercusión un reportaje que le hizo Alfredo Leucola semana pasada al presidente uruguayo Luis Lacalle Pou, que enamoró a muchos argentinos que lo vieron y escucharon por primera vez.

Además de su personalidad y formación; además de su trayectoria familiar, que incluye un padre presidente, y su valorización de la política, no para sacar tajadas sino como herramienta válida para la llevar a cabo transformaciones que mejore la vida de la gente.
Además de todo ello, lo que reflejó Lacalle Pou fue que es una persona que cree en la democracia,en la justicia, en el trabajo, y en el valor del diálogo; que habla y se muestra a corazón abierto, sin ambigüedades, que expresa en lo que cree y que apuesta a los consensos y no a los enfrentamientos.

Resumiendo una conclusión personal y final: La ambigüedad es un atajo que puede dar dividendos a corto plazo, pero que en situación de gobernabilidad no puede crear bases sólidas y puentes de acercamiento para las soluciones de fondo.

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(*) Las otras iniciales de TBWA correspoden a Bill Tragos (norteamericano), Claude Bonnage (francés), Paulo Ajoldi(italiano).
TBWA pertenece al holding internacionalOmnicomGroup, uno de los 5 grandes que concentran el grueso de la inversión publicitaria mundial.

El presente trabajo fue dado a conocer a través de la columna “A las marcas…” incluida en el programa “Comercio Siglo XXI” conducido por el Ingeniero Miguel Ponce y emitido por AM 1010 radio Onda Latina de la Ciudad de Buenos Aires.