El presidente Alberto Fernández dijo a principios de mes que no es el mérito lo que debemos perseguir sino la igualdad. “Lo que nos ha hecho crecer no es el mérito, como nos hicieron creer en los últimos años” dijo, dando fe a un crecimiento que nadie vio, y a riesgo de la ira de su vice presidente, abogada exitosa ella.

Pero no hubo ira. Ya el año pasado la vicepresidente había promovido terminar con la meritocracia para hacer posible la igualdad.

En América, ha sido Hugo Chávez el primer presidente en impugnar el mérito.

Hombre de acción, se llevó puestos a los ingenieros de la petrolera estatal reemplazándolos por celosos militantes  sin esa especialidad y hoy, siendo como fue una potencia petrolera, importa el combustible desde Irán. Nicolás Maduro anunció que en octubre se aplicará un nuevo sistema de distribución de gasolina, a través del último número de la placa del vehículo. Es decir, se podrá cargar cada 10 días. Impugnar el mérito es igualar para abajo: a fines de septiembre el salario mínimo mensual en Venezuela quedó por debajo de 1 dólar.

O sea que la ofensiva antimérito tiene sus años, y cuenta con sus ideólogos. Y desde antiguo. La primera ofensiva moderna en la Argentina se dio en 1943. Tras el golpe, estudiantes y profesores publicaron una solicitada en los diarios reclamando elecciones. El gobierno de facto echó a unos y a otros, entre ellos al profesor Bernardo Houssay (quien tres años después recibiría el Premio Nobel de Medicina). El presidente constitucional Juan Perón, ni bien asumió le restituyó la cátedra… para jubilarlo meses después y encargársela a alguien que le puso un nombre que haría escuela: “Fisiología Peronista”, Sebreli dixit.

Igualar para abajo.

Alpargatas si.

Hasta entonces, nativos e inmigrantes autodidactas disputaron la educación y el mérito, haciéndolas su esperanza, que fue correspondida. Ese era, para ellos, el camino de la igualdad.

En estos años vimos que la tendencia contra el mérito no ha cedido: desde las improvisaciones en materia educativa del gobierno de Carlos Menem hasta los profesionales universitarios anti mérito que promueven eliminar exámenes y notas “para no discriminar”, y funcionarios que en nombre de la cuarentenaxpor cinco no aceptan propuesta alguna para reanudar las clases, y la creación de universidades que permitieron hacer caja con propósitos diversos, no siempre educativos, como telenovelas de amigas y otras hierbas.

Libros no.

El gobernador real británico de la Colonia de Virginia (hoy EEUU) escribió en 1671: Agradezco a Dios que no haya escuelas libres ni imprenta; y espero que no [los] tengamos durante los [próximos] cien años; porque el conocimiento ha traído la desobediencia, la herejía y las sectas al mundo, y la imprenta los ha divulgado y ha difamado al mejor gobierno. ¡Que Dios nos proteja de ambos!

Las boutades del presidente no siempre son eso. Lo que repite es ideología. La que nos llevó a la injusticia y la pobreza.