El rector de la Universidad Nacional de Córdoba sostiene que la educación es «un bien social» y que su actual deterioro afecta a toda la población

 

Eduardo Bocco

La Nación/Ideas

18 de febrero de 2018  

 

Córdoba.- Defensor de la universidad pública y gratuita, el rector de la Universidad Nacional de Córdoba, Hugo Juri, llegó a su función tras ganar una elección en la que derrotó al kirchnerista Francisco Tamarit. La agenda le marca un hecho de considerable simbolismo: en junio de este año se celebrarán los 100 años de la Reforma Universitaria. Juri considera que ese movimiento gestado en 1918 dejó una huella imborrable: «El legado es el modelo de universidad pública latinoamericana, que también tuvo su impacto en Europa».

 

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La historia quiere que usted esté al frente de la Universidad de Córdoba durante el centenario de la Reforma Universitaria.

 

El modelo de universidad pública latinoamericana es un gran legado de la Reforma, que tuvo su impacto en Europa. En muchos países se interpreta de diferente manera, pero lo importante es el espíritu, aquella idea de que había que generar una universidad más abierta a la sociedad. Algo de absoluta necesidad hoy, cuando la educación superior es lo que hace 30 años en la Argentina era la educación secundaria. Hace tres décadas era necesario universalizar la educación secundaria: hasta ese momento había sido muy elitista, pero los progresos científicos y tecnológicos la convirtieron en una necesidad para toda la población. La tendencia hoy es la universalización de la educación superior, algo que, conceptualmente, planteaba la universidad reformista. La eclosión se produjo en Córdoba, tal vez por dos razones. Primero, porque había un grupo de intelectuales que venía trabajando en el tema, entre los que se contaba Deodoro Roca. Segundo, porque la Universidad de Córdoba era probablemente la más conservadora del país. Por eso se plantearon una serie de temas; entre otras, traer profesores de Europa. Ya Sarmiento decía que nuestra universidad tenía un pensamiento demasiado cristalizado y sin avances científicos. Los reformistas plantearon la periodicidad de la cátedra y también la cátedra paralela, para que el estudiante pudiera elegir al profesor. Se instaló la libertad de cátedra. Hoy eso es un tema que se da a nivel global. Por ejemplo, en Córdoba estamos dando un curso on line sobre ondas gravitacionales que está dictando Gabriela González, con menos alumnos de la Argentina que de México o de países del sudeste asiático.

 

Todo proceso de esta naturaleza también admite puntos oscuros o aspectos negativos. ¿La Reforma los tuvo?

 

Lo malo es el conservadurismo de las universidades, que aún persiste en todo el mundo. Las universidades son muy progresistas para afuera pero muy conservadoras para adentro. Entonces, mientras más antigua es una universidad, más difícil resulta modificar las estructuras tradicionales. Lo positivo es la unión latinoamericana en temas de educación. También en aquel momento se dijo cómo debía ser el gobierno de la universidad, con la participación de diversos sectores. Obviamente, hacía un año que había asumido Hipólito Yrigoyen. Eso fue muy bueno y ahora, en el siglo XXI, ya se aplica la elección directa de la conducción, con participación de alumnos y profesores.

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¿Sigue defendiendo la universidad gratuita?

 

Por supuesto. La educación es un bien social. Nos llenamos la boca hablando de Finlandia: en ese país se brinda educación gratuita desde las aulas donde asisten chicos de tres años hasta los másters y doctorados. Estados Unidos tiene una filosofía diferente; no necesita tanta gente con educación superior. Si les hace falta gente con educación superior, la importan, como fue mi caso, y se acabó la historia. Pero nuestra cultura de gran clase media requiere de la masificación del conocimiento de calidad. También como mecanismo de cultura cívica. Hoy en los medios o en las redes se puede confundir mucho. Todos estos estudios basados en Big Data, por ejemplo, pueden traernos problemas. El conocimiento es una herramienta de construcción de la ciudadanía de las personas. Alberdi y Sarmiento defendían la educación para el trabajo y la educación para el ciudadano. Algo absolutamente necesario en el presente. Los gobiernos tienen que poner todo el esfuerzo, y las universidades deben mejorar su eficiencia interna. Debe mejorarse la eficiencia, no para ahorrar sino para brindar educación superior en cada pueblo del país.

 

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