La aplicación de la ley de primarias –denominadas PASO- sancionadas en el 2009, ha colocado a nuestro país en una inédita y peligrosa situación política e institucional. No se pretende aquí y ahora hacer responsable a una ley del resquebrajamiento de un sistema agotado, cualquiera sea el ángulo en que se lo mire. Si, en cambio, de contribuir eficazmente a su deterioro ante la pasividad de los actores políticos, medios y demás, que la aceptaron y naturalizaron acríticamente desde su sanción en adelante.

Esta afirmación no es improvisada ni meritoria, pero en sendas notas publicadas en esta importante página de la Fundación Ricardo Rojas sostuvimos que dentro de las elecciones Primarias, la ley impuesta en nuestro país era la peor de las conocidas, al menos en Occidente

Los argumentos fueron expuestos con amplitud y están al alcance de los lectores. Estaban para ser analizados, discutidos sin otra pretensión ni imposición. Nada de eso se hizo y volvimos a aplicarla y hoy, con el “diario del lunes”, se levantan voces airadas contra las Primarias que, en realidad, no lo son.

Atentan contra los partidos políticos y se deslizan peligrosamente hacia el autoritarismo al ser obligatorias para todos en todas las instancias. Muchas de las voces críticas se limitan a su elevado costo. Razón no les falta. Costaron más de 3500 millones de pesos en el país que reclama trabajo, pan y salud. Pero lo financiero no es lo único, ni siquiera lo más importante. Es que todo entra en crisis, nos sorprende y la incertidumbre nos gobierna.

¿Cómo explicar que un sistema de selección de candidatos –eso son las Primarias- se convierta en una gran encuesta, en una virtual primera vuelta? Instancia previa con más de dos meses entre ella y la primera vuelta, y en el medio el vacío, la incógnita sobre la gobernabilidad y el Poder real y virtual.

“Esto es Argentina, imbécil” se dirá también con razón. Nuestro andamiaje institucional y electoral se torna incomprensible, irracional. Vaya un solo ejemplo: el ballotage. Existe para la elección presidencial, pero no el 50 por ciento más uno como en el resto del universo. No rige en cambio para la más importante provincia del país. Si, en cambio, para la Capital Federal, esta vez respetando el concepto de mayoría: la mitad más uno.

Esto es lo que se ha naturalizado. Lo que nos avergüenza.

 

(*) El Lic.Raul Ivancovich es Sociólogo y periodista.