Raúl Alfredo Galvan
El ex diputado y senador nacional por la Provincia de La Rioja se refiere a la propuesta del gobierno de Ricardo Quintela para la reforma constitucional. «Ante el anuncio del gobierno y el partido oficial de reformar la Constitución Provincial, declaro que estoy en contra de esa reforma.
Ante el anuncio del gobierno y el partido oficial de reformar la Constitución Provincial, declaro sin ambages que estoy en contra de esa reforma. Para tranquilidad de mi conciencia apelo a un pensamiento de José Martí, el apóstol de la libertad: ”Los pueblos han de tener una picota para quienes les azuza a odios inútiles; y otra para los que no les dicen a tiempo la verdad”.
Sin consulta previa- como lo ha hecho históricamente el peronismo-y con sugestiva adhesión de gremios y hasta de docentes universitarios y otras expresiones militantes, por quinta vez desde la recuperación de la democracia se quiere reformar la Constitución, arrastrando a la ciudadanía a la discusión ideológica, apartándonos de los graves problemas sociales, de la salud y de la educación, entre otros, en que está inmersa nuestra sociedad.
Estoy lejos de tener una reverencia fetichista sobre el texto de la Constitución; no es que la crea intangible, puesto que la misma ha previsto su reforma: el problema es su oportunidad y su intención. Es inoportuna en una sociedad acorralada por el temor a la pandemia y la pobreza que la angustia, donde los espíritus deben tener la calma suficiente para razonar sobre temas tan delicados como son los que pretende el oficialismo. Y habrá que precaverse, también, de esos ideólogos organizadores de elecciones, que nos quieren enredar en una serie de términos vacíos, equívocos y sofismas. ”Las fantasías políticas son pecados que no purgan los teorizadores, sino los pueblos” decía José Manuel Estrada. El partido oficial es, desde siempre, hábil para reformar la Constitución e inescrupuloso para cumplirla.
Pruebas al canto. La Constitución ha previsto el Defensor del Pueblo (Art.158) y el mismo no existe; tiene establecido el Consejo Económico y Social (Art.167), nunca funcionó; ha proclamado la Autonomía Municipal (Art.168) y nunca la respetó. Como no ha respetado a las minorías auténticas en el Tribunal de Cuentas de la Provincia, ni en la sucesión de las autoridades de la Cámara de Diputados, para señalar algunos ejemplos. Es una mascarada la reforma de la Constitución cuando el oficialismo tiene la suma del Poder Público, lo que incluye al Tribunal Superior de Justicia, que, además, no cuenta en su composición con una sola mujer. Cuando llega a mis oídos la enfática jactancia del oficialismo que se afana en ”darnos más derechos”, bendigo a Dios que me conceda la voluntad de no dejarme seducir por las palabras, ni menos dejarme arrastrar por ellas.
Cuando leo las solicitadas (pagadas, se dice, por el gobierno) de ciertos sectores que apoyan la reforma, de aquellos que sostienen que los funcionarios kirchneristas que han sido condenados por graves delitos contra la Nación, cometiendo las más bajas felonías contra la voluntad popular, ladrones de guante blanco, con “presos políticos”; los que igualan a los que perdieron su libertad durante la dictadura por sus ideas a los que enlodaron su honra enriqueciéndose, han perdido el pudor, porque inferiorizan a todos aquellos que hemos luchado por la libertad y por el decoro humano. O aquellos que confieren en la Universidad el título de “doctor honoris causa” a un ex juez de la dictadura como es el abogado Eugenio Zaffaroni, o los que creen que los Derechos Humanos han nacido de grupos mesíanicos que apoyan las vergonzantes dictaduras de Venezuela, Cuba y Nicaragua, entonces advierto con preocupación y honradez que están falsificando la Constitución y su propósito inconfesable de reformarla. Cuando se ha perdido la vergüenza no hay “barbijo” que la tape. En este “clima ideológico” quieren reformar la Constitución.
Tanto en la Constitución Provincial como en la Constitución Nacional están todos los derechos fundamentales del ciudadano. Para decirlo con palabras de Alberdi, la Constitución “es una carta de navegación” para los destinos de la República. A la Constitución, antes de reformarla, hay que acatarla. Son los hábitos austeros y republicanos los que hacen democráticos a los pueblos. Y la sabiduría en toda reforma constitucional está en el consenso, que hoy está ausente.
Este partido de gobierno, que vá por los cuarenta años en el poder, con su mayoría ha sancionado la reforma constitucional de 1998 que reconocía a los Municipios el derecho de dictar sus propias Cartas Municipales. Así lo hicieron, pero una ley (Nº 6843 de 1999), abusando de la mayoría de la Cámara derogó la norma. Ahora quieren llamar a elecciones para el mismo fín, con un sentido eminentemente electoralista. Los Departamentos del interior de nuestra Provincia, cuando pasen estos días aciagos, deben hacer sus propias elecciones para hacer sus Cartas, lejos de toda otra puja electoral. A esto se le llama Autonomía Municipal.
Al cabo de tantos años, cuando parece mucha gente domesticada, tengo el deber como ciudadano de advertir a la juventud de los peligros que se avecinan, es lo que traté de inculcarles – el respeto a la Constitución- cuando estuve al frente de la cátedra durante más de dos décadas. A los populistas de siempre les digo, con palabras de Ricardo Balbín:” conocí mayorías que fueron minorías…”.
Y como afiliado a la Unión Cívica Radical- dentro de la cual no tengo poder de decisión- planteo, con alguna vehemencia: ¿ Qué hará el Partido frente a ésta convocatoria?;¿ Transigirá con éste engaño del gobierno?. Preveo las dificultades en la decisión. Pero debemos salvar la posición moral de la Unión Cívica Radical. Y la abstención en el comicio, cuando el propósito del convocante es para aumentar su poder con afán de perpetuarse, es un método ético y político.
“No debe olvidarse que es la Constitución un legado de sacrificios y de glorias, consagrado por nuestro mayores a nosotros y a los siglos por venir; que ella dió cuerpo y espíritu a nuestra Patria hasta entonces informe, y como se ama la tierra nativa y el hogar de las virtudes tradicionales, debe amarse la Carta que nos engrandece y nos convierte en fortaleza inaccesible a la anarquía y al despotismo”. Estas son palabras de bronce de nuestro Joaquín V. González, que los argentinos – y sobre todo los riojanos- no debemos olvidar jamás.
Y para terminar de descargar mi conciencia, me aferro a la actitud ejemplar del gran constitucionalista José Manuel Estrada:” Cuando se trata de la Constitución los argentinos solemos estar divididos en dos categorías: la categoría de los que la critican y la respetan y la categoría de los que ni la critican ni la respetan. Tengo el honor de encontrarme entre los primeros.
Dr. Raúl Alfredo Galvan