A 33 años del nada fácil camino de construcción republicana y democrática en el país, surgen hoy algunos claros ejemplos de retroceso institucional, producto de varios años de prácticas políticas nocivas que fueron minando conceptualmente aquella idea o proyecto diseñado en 1983, tras la salida de la dictadura militar. Vaciar de contenido a sistemas, proyectos o “modelos” –como se quiera llamarlos- es una técnica conocida en la praxis política de pueblos aun con caminos diferentes.

La afirmación de Platón de que siempre cada forma de corrupción comienza con la corrupción de los conceptos, parece verificarse en nuestra experiencia y vida institucional. No corresponde ni es intención aquí hacer historia, ni reciente ni lejana, sino registrar algunos de esos retrocesos y brindar ideas con la esperanza de que esos vicios no vuelvan a repetirse.

En estas mismas columnas señalé ya por qué, a mi juicio, la obligatoriedad de las Primarias extendida en cada instancia a todo el padrón no genera ciudadanía ni mayor conciencia cívica. Por el contrario, devalúa el sufragio que deja de ser un derecho para convertirse en puro deber. (Primarias: apuntes para un debate necesario https://www.fundacionrrojas.org.ar/primarias-apuntes-para-un-debate-necesario-por-raul-ivancovich/)

Hay un antecedente cercano que es imposible dejar de señalar, por su intencionalidad y consecuencias conceptualmente devastadoras. Haber ideado, aplicado y legalizado en su momento las llamadas “candidaturas testimoniales”, es decir, ofrecer y pedir el voto para candidatos que no iban a asumir sus cargos, fue sin duda uno de los mayores ataques perpetrados contra el concepto democrático, esta vez sin la fuerza de las armas, pero sí con la fuerza del sofisma y el engaño; pura dinamita colocada en el corazón mismo del sistema.

Dicho esto, hoy se percibe una extraña, confusa y conflictiva relación entre oficialismo y oposición, tras el cambio de gobierno en diciembre pasado. Para esta tensión confluyen aspectos fácticos y simbólicos que ayudan a comprender algo de la singular situación de enfrentamiento no sana ni deseada, ni tampoco advertida, en otros momentos de transición política. Tras largas semanas de discusión sobre la entrega del “bastón de mando”, con su lamentable e inédito final, no se reparó lo suficiente sobre la naturaleza del tema en cuestión. En efecto, el bastón no es otra cosa que un fuerte símbolo monárquico, heredado por las naciones republicanas nacientes a principios del siglo 19 y extendidas luego a la esfera militar (recuérdese la fuerte imagen de los mariscales nazis con ese atributo del poder). “De mando” es otra deformación conceptual. Manda el monarca. El o la presidenta no manda sino que gobierna, junto con otros dos poderes, según nuestra Constitución. Cuando ésta habla de mando se refiere exclusivamente al orden militar, al establecer la jerarquía de jefe supremo de las Fuerzas Armadas.

Otra polémica actual la constituye el uso y hasta el abuso de los decretos de necesidad y urgencia sin reparar en la paradoja del propio sistema que establece que el período legislativo se extiende del 1 de marzo al 30 de noviembre. Es decir que, cualquiera sea el partido o el nuevo presidente que asuma cada cuatro años, lo hará siempre con el Congreso en receso, ya que se estipuló el 10 de diciembre como fecha de asunción de cada nuevo gobierno (¿…?). De allí entonces que se refuerza nuestro presidencialismo o gobierna hasta marzo con DNU o convoca a Extraordinarias con el menoscabo legislativo ya que en ese caso diputados y senadores solo podrán tratar las iniciativas del Ejecutivo, sin posibilidad alguna de ejercer sus mandatos plenamente.

Más allá que es necesario revisar y corregir el uso de los DNU; de la discusión sobre si el Congreso puede o no autoconvocarse, de la necesidad de acortar el receso legislativo (diciembre, enero y febrero) que hoy es inexplicable frente al desarrollo de las sociedades modernas, vías de comunicación y transporte, etcétera. En 1853/60 la Constitución fijó en 6 meses el receso parlamentario al considerar que los legisladores tardaban meses en ir y venir de sus provincias. Viajaban por entonces en carreta…

Algunos de estos temas implican reformar la Constitución Nacional. Si alguien lo propone seriamente, no debe olvidarse un punto exclusivamente local para corregir con urgencia: el nuestro es el único país del mundo donde el ballotage no es la mitad más uno, sino una incomprensible alquimia electoral y aritmética que impide la formación de las mayorías. Tal vez –es un deseo- esto contribuya en algo para que el que gane, gobierne y el que pierde, acepte finalmente que perdió, sin especulaciones numéricas ni retóricas, invocando resistencias estériles y del pasado.

Lic. Raúl Ivancovich

Sociólogo y periodista

Marzo 2016