Por Lic. Raúl Ivancovich (*)
«Ay, que ser argentino es cosa dura» escribió nuestro poeta Horacio Armani. Dante Caputo vivió y sufrió como muchos esa condición, al parecer una especie de ADN nacional, si se me permite la metáfora.
Por supuesto que la política, la nuestra, agrava esa condición. Caputo aportó su inteligencia e imaginación para lograr la superación de graves problemas históricos de la Argentina, tal como se recuerda ahora, en el momento de su partida:con el tratado del Beagle y la creación del Mercosur desactivándose dos focos de tensión con nuestros vecinos, uno de los cuales nos llevó al borde de la guerra en 1978.
Pero fue e hizo mucho más que eso.
Fue el ministro que más tiempo acompañó al presidente Alfonsín. Dos veces diputado nacional por el radicalismo, contribuyó al intento de mejorar la calidad institucional del país. Cuestiones políticas y de partido lo alejaron tiempo después de la UCR. Caputo tuvo un fugaz paso por el Partido Socialista y ya no volvió a política partidaria alguna. No obstante, mantuvo su elevado perfil del intelectual atento a la realidad nacional y mundial. Parte de esa actividad fe resumida en su libro “Un péndulo austral. Argentina entre el populismo y el establishment” publicado en mayo del 2015.
Como anécdota cabe recordar que en su domicilio particular en la calle Marconi, en Olivos, se acordó el llamado Pacto de Olivos, de allí su nombre. Solía repetir, entre serio y risueño, que fue en su casa pero que el no participó. No estaba en el país. Así fue.
Durante las últimas semanas, o meses, estrechamos fraternalmente nuestro vínculo de sólida amistad, con preocupación por el proceso de su grave dolencia, con la esperanza de una mejoría que no llegó.
Pudo, hace algunos meses, entre operación y operación, viajar a Tolousse, Francia, «ciudad a la que amo», me dijo, y no pude sino sospechar que se estaba despidiendo de lo único que hay que despedirse de este mundo: de lo que en verdad se ama.
La poca frecuente condición de intelectual y político práctico –otro rasgo del mentado ADN argentino- encontró en él a un elevado y arriesgado luchador también en el campo internacional. Pocos saben que tuvo que ser rescatado de una muerte segura en Haiti mientras se desempeñaba como Representante Especial de la ONU para mediar con las partes en conflicto, en busca de la pacificación interna de ese país y en medio de sangrientos enfrentamientos religiosos por los que fue amenazado por los macoutes en connivencia con la policía.
A esa condición señalada añadía un espíritu fino que conciliaba el rigor del pensamiento científico con la inclinación por la música y la literatura nacional y universal.
Más allá de situaciones especiales de la política partidaria y en el momento que se cumple el destino último de los hombres, cualquiera sea su pensamiento o ideología, podemos decir que él cumplió con la Patria en el proceso clave de restauración democrática y, fundamentalmente, fue un hombre de bien.
(*) El Lic. Raúl Ivancovich es Sociólogo y periodista.