A pesar de la similitud que el populismo puede tener con la izquierda, existen diferencias sustanciales.

Una característica fundamental del populismo de izquierda que alcanza el poder político, estriba en lograr un arraigo y profundización de su popularidad, mediante el abundante e incondicional reparto de bienes y servicios, de recursos presupuestales o de permisivas tolerancias ante ciertas acciones ilegales en las que puedan incurrir algunos de los sectores mayoritarios de carácter popular. Ese reparto resultará más eficiente para obtener fidelidad o lealtad políticas, objetivo de todo buen populista, cuando se organizan otorgamientos de manera periódica, de forma que se tenga constante consciencia de la recepción del beneficio, como pueden ser entregas mensuales de dinero o de otras gratuidades. Así el agradecimiento popular se acrecienta.

Encontramos en la historia reciente, íntimamente ligada a esta estrategia, otra característica fundamental del populismo: sucede que en la afanosa búsqueda de alcanzar, ampliar y consolidar esas fidelidades o adhesiones político electorales, el predominante líder populista propende a perder dimensiones y a extraviarse en sus generosidades, de manera que las gratuidades que se conceden pueden llegar a exceder con el tiempo las posibilidades de sano financiamiento.

En ese adquirido compromiso de entregas periódicas de beneficios incondicionados del que difícilmente un buen líder populista puede retractarse, se llegan a topar con el hecho de que tal tipo de gastos se vuelven insostenibles en el mediano o largo plazos, de forma tal que, tarde o temprano, se tienen que enfrentar con la adversa realidad de la insostenibilidad de sus políticas carentes de sólido respaldo financiero.

Quizás el ejemplo más esclarecedor y cercano que podemos sopesar en relación con este fenómeno político es el que nos brinda el chavismo venezolano. El presidente Hugo Chávez Frías parece estar destinado a permanecer largo tiempo en los altares del reconocimiento popular. Su febril vida estuvo generosamente bendecida por la romana diosa Fortuna y por la diosa hindú Lakshmi. Entre esas afortunadas manifestaciones, es posible constatar que apenas asumió la presidencia, se dispararon los precios internacionales del petróleo, mientras que su deceso tuvo la suerte de coincidir con el fatídico derrumbamiento de tales precios.

Hugo Chávez pudo mantener una política de enorme generosidad y hasta de potlatcheros dispendios gracias a las bendiciones de una gigantesca riqueza petrolera. Desafortunadamente no la supo invertir sembrando para el futuro de Venezuela, pero la pudo capitalizar para enaltecer al máximo su personal liderazgo, el cual logró rebasar con amplitud sus fronteras nacionales, para dejar la ingrata tarea de enfrentar la inexorable realidad a un desangelado sucesor que cargará con el desprestigio de una estrategia que está llegando a su lógica y natural desembocadura.

No podemos soslayar que las populistas políticas de Chávez, amparadas por esa fastuosa riqueza de hidrocarburos caros, alcanzaron la hazaña de lograr durante breve lapso un envidiable nivel de distribución del ingreso. Ello le brindó profunda legitimación política, pero el problema es que lo logró regalando dispendiosamente pescados y no enseñando responsablemente a pescar.

Esta eficiente estrategia conquistadora de votos, pero aún más eficiente como aniquiladora de la economía, ha terminado por revertir sus resultados y nos encontramos ahora con el muy revelador «Estudio sobre condiciones de vida, Venezuela 2014», elaborado conjuntamente por tres de las universidades más prestigiadas del país: la Universidad Central de Venezuela

(pública), la Universidad Simón Bolívar (pública) y la Universidad Católica Andrés Bello (privada).

Ante la actual carencia de mediciones oficiales o de la falta de confiabilidad de las últimas que se presentan, se llevó a cabo este estudio en el que se llega a la triste conclusión de que al cierre de 2014 el 48.4% de los hogares se encontraba en situación de pobreza, mientras que en 1998, un año antes de la asunción del presidente Chávez, la cifra era menor: de 45%. El estudio advierte: «Lo más preocupante es que las consecuencias sociales de la recesión sólo están comenzando».