Los síntomas que evidencian el proceso decadente son múltiples y muy visibles, según da cuenta el siguiente documento, suscripto por dirigentes del radicalismo de la provincia de Buenos Aires.
*Por primera vez, el radicalismo bonaerense dejó de ocupar el espacio central que siempre le correspondió en el ámbito en que se define la estrategia nacional del partido. Por la dimensión territorial, demográfica y económica de la Provincia y los antecedentes históricos, esa ausencia diluye la imagen partidaria y exhibe la intrascendencia conceptual que padece la conducción bonaerense.
*En otra implícita confesión de falta de ideas, la conducción se resignó a concentrar su acción en el interior, sin elaborar ni aplicar programas específicos para el gran Buenos Aires. Esa omisión quitará a la UCR su carácter de partido nacional. No retendrá esa condición si no tiene presencia activa a influyente en el conurbano, que reúne entre el 38 y el 40 por ciento de la población que acumula el mayor nivel de pobreza.
*Los órganos de conducción no funcionan como ámbito de definición de los caminos que fortalezcan la representatividad de la UCR. No hay debate y la oposición (48% de los votos en la última interna) nunca fue convocada para participar en el diseño de propuestas destinadas a la transformación socioeconómica de la Provincia. Esa premeditada exclusión empobrece el mensaje y la capacidad de movilización de la UCR.
*El irregular y excluyente funcionamiento institucional dificulta la función de control que debe ejercer toda oposición. Significa también falta de información acerca de las relaciones con el gobierno provincial que, como mínimo, han permitido la designación de dirigentes radicales en cargos públicos provinciales, sin que nadie sepa quien eligió a los favorecidos, con que propósitos de legítimo interés partidario fueron nombrados y cuál es el beneficio concreto que la UCR obtiene con su designación.
En estas condiciones, la UCR de la Provincia de Buenos Aires pondrá en riesgo su histórica influencia en las decisiones partidarias, comprometerá su prestigio público y perderá capacidad convocante especialmente entre los jóvenes y en las áreas de mayores carencias sociales.
El voto directo es el único método legítimo para designar autoridades partidarias y candidatos. La Carta Orgánica Nacional y Provincial así lo establecen. Esas disposiciones son la reproducción en el plano interno del principio de soberanía popular que el radicalismo reivindicó desde su nacimiento. El voto directo constituye un componente irrenunciable de la identidad partidaria.
Desde 2015, un grupo reducido de dirigentes se adueñó de la facultad de designar los candidatos a cargos públicos, impidiendo la competencia interna mediante el grosero recurso der rechazar la oficialización de las listas opositoras y en el caso de las locales o seccionales, prohibiendo la adhesión a una lista provincial.
Este mecanismo expropiatorio fue utilizado por los mismos dirigentes que consintieron que entre 2015 y 2019, el PRO monopolizase la capacidad de decisión, convirtiendo al radicalismo en el “furgón de cola” que lo acercó a la insignificancia y lo comprometió con una gestión sobre la que carecía de influencia. En este caso, la imposibilidad de competir funcionó como un mecanismo de subordinación al PRO y fue un paso notable en el camino de oligarquización que profundiza la separación entre el pueblo y la dirigencia política. Benefició a candidatos irrepresentativos elegidos a dedo y a sus promotores, que operan siempre atentos a sus intereses particulares.
La ausencia de debate es la evidencia de que al partido lo ha ganado un pragmatismo deformante que desprecia las ideas y la capacidad de análisis, concibiendo la política sólo como una lucha descarnada por adueñarse de los cargos.
La política es la herramienta para organizar la sociedad, apoyada en los valores de libertad y justicia social. A partir de esos valores, hay que producir las ideas necesarias para darles operatividad real y así construir la convivencia libre e igualitaria que es el objetivo final. Sin ideas, ese objetivo se vuelve imposible.
La experiencia concreta de la Argentina de hoy demuestra cuál es el resultado de un gobierno sin ideas, adonde nos llevan la improvisación, el falso relato, la invocación retórica de principios en los que los gobernantes dejaron de creer hace mucho. De esa manera, la grieta se convierte en el único recurso de convocatoria y el desprecio por las ideas en una patología mortal para la democracia, de la que el radicalismo no debe contagiarse.
Está claro que la realidad política actual impone la necesidad de garantizar la unidad de la coalición que integra el radicalismo.
En primer lugar, para asegurar la presencia de una estructura que posea la fuerza necesaria para impedir los desbordes de un kirchnerismo que va por todo, incluyendo la impunidad de los delincuentes y que, persiguiendo ese propósito, no vacila en poner en riesgo el estado de derecho y el orden institucional.
Luego, para ofrecer a la sociedad argentina una alternativa política sólida, consistente y confiable en el plano ético, que posea la capacidad de armar equipos de gobierno coherentes, bien dotados desde el punto de vista intelectual para afrontar con imaginación y capacidad operativa los enormes problemas estructurales que padecemos en materia económica social y al mismo tiempo, para gestionar con eficiencia la cotidianeidad.
También, porque hoy la división de la coalición favorecería a los sectores de la antipolítica que se metieron en el sistema para destruirlo desde adentro a partir de un planteo ultrademagógico que explota las necesidades y las frustraciones colectivas.
Si la unidad de la coalición es necesaria, la de la UCR lo es más. Su presencia en la coalición sólo estará justificada si aporta su identidad, preserva sus valores y ratifica sus componentes programáticos sin concesiones, claudicaciones o cálculos de conveniencia, con el manifiesto propósito de conducirla e influir de manera concreta en sus decisiones.
Ello no será posible si la vanidad y las ambiciones de alguno de sus dirigentes lo llevan a aceptar la presión de aquellos que desean un radicalismo sumiso, que acepte pasivamente la aplicación de un programa que pretenda reeditar la desoladora experiencia del peronismo neoliberal de los 90.
El triunfo electoral de ninguna manera está asegurado, pero el radicalismo debe trabajar para alcanzarlo y prepararse para impulsar desde allí las transformaciones que conviertan en realidad la afirmación de que con la democracia se come, se cura y se educa. Es decir: para concretar la sociedad libre, justa y abierta que constituye su propuesta permanente.
Para ubicarse en ese plano y frente a la competencia electoral, la UCR debe:
A.- Convocar a las Convenciones Nacional y Provincial para sancionar el programa de gobierno que la UCR propondrá a las fuerzas que forman la coalición y determinará las políticas públicas que tendrán carácter de irrenunciables tanto en el plano nacional como provincial.
B.- En las PASO, presentar candidatos a Presidente de la República, Gobernadores, Legisladores nacionales y provinciales y autoridades locales.
C.- Esos candidatos deberán elegirse por el voto directo de los afiliados, en el caso del candidato a Presidente considerando el territorio nacional como distrito único.
9 de Marzo de 2023.
LEANDRO ALONSO – DOMINGO ARCE- SERGIO GABRIEL ARGENTIERI- OSVALDO BLANCO –
GUSTAVO TOMAS BRAVO – OMAR BRUZZO – FERNANDO CASELLA – JUAN MANUEL CASELLA-
PEDRO CASTRO – MAURO del BARRIO – CESAR DE LOS SANTOS -VICTOR DEMARTINO – FREDDY
DELMONTE – LUIS FOLINO – ROSANA GALASSI – ANDREA GARBINI CAVALCABUE – JULIO GINZO –
ROBERTO (Bocha) GOMEZ -JUAN CARLOS GUERRA – ERNESTO FIGUERAS –
MARIA TERESA FLORES – INES HALM – SUSANA BEATRIZ LECCA – ARMANDO LEMOS – KARINA
LEPERA – ALBA ANDREA LLENDEROSO – MONICA MASTANDREA – LISA MERINO – CHRISTIAN
MESKE – C. MILLES PELLY – OMAR PERFETTI – LUIS PODIO – ANDRES RODRIGUEZ – RICARDO
SANCHEZ – GUSTAVO EDUARDO SIERRA – CRISTIAN SINIEGO BERRI – NICOLAS TEODOSIU –
SELVA VALDEZ – JOSÉ LUIS VIDALLER