Con reiteradas citas, a través de los años se repiten ritos, creencias y leyendas que adquieren con el tiempo la calidad de “verdades” reveladas, sin comprobación alguna y dichas muchas veces con ingenuidad y buena fe.

Estos relatos –especialmente en política- tienen en general una finalidad no confesada pero siempre funcional a intereses creados, la riqueza y/o el Poder.

Uno de ellos, que se repite hasta el cansancio en distintos ámbitos: la calle, los medios, y hasta la Academia, hacen referencia al denominado “Diario de Yrigoyen”. La ecuación es simple. Se afirma que el líder radical, en su segunda presidencia, a edad avanzada para la época, vivía prácticamente encerrado en su casa de la calle Brasil. Un grupo de allegados y funcionarios cercanos le hacían llegar un ejemplar de un importante diario nacional pero con contenidos adulterados –truchos diríamos hoy- con muy buenas noticias sobre la marcha general del país y del gobierno en particular. La llamada teoría del cerco.

La interpretación de esta verdadera leyenda es simple, casi lineal y de carácter recíproco. Por un lado se calificaba al presidente de inhábil y senil (una de las causas de destitución) y al mismo tiempo se descalificaba a sus colaboradores cercanos capaces de semejante conducta desleal, corrupta, y traicionera hacia su líder.

Dicho todo esto, vayamos a lo importante y sustancial de la cuestión: nadie vio jamás ni mostró ejemplar alguno del diario de papel falsificado. No hubo ni hay testimonios probados en igual sentido. Tampoco nunca se dijo el nombre del diario que se falsificaba. ¿Qué haría Yrigoyen con ellos? ¿Los destruía después de leerlos o tal vez los coleccionaba para la posteridad?

Lo cierto es que no hemos encontrado registro alguno ni en el Archivo general de la Nación, ni en la biblioteca del Congreso ni en los importantes y completos archivos de los principales diarios fundados a fines del siglo 19.

Más todavía: no se hallaron ejemplares, ni facsímiles, ni una página, ni siquiera un recorte que pruebe lo que la leyenda sostiene. Como dirían los especialistas no existen evidencias arqueológicas ni rastros ciertos sobre esta materia, pura infamia de la canalla que asaltó la casa de la calle Brasil cuando Yrigoyen, depuesto, era llevado preso a la isla Martin García.

Mezquindades y miserias de la “política criolla” al decir del líder socialista Juan B. Justo, dando razón a su colega y amigo Nicolás Repetto que afirmaba que hacer política en Argentina era “tirar la honra a los perros”.

Por fortuna hubo y tal vez todavía hay, voces y conductas que contradicen a esos grandes hombres (adelante don Lisandro, usted también).

 

(*) El Lic. Raúl Ivancovich es Sociólogo y Periodista.