Por Juan Manuel Casella.
Especial para Primera Edición .Colaboración Graciela Petcoff

El hecho de que este sea un año electoral potencia la importancia de los partidos políticos, porque son los partidos políticos los instrumentos que la gente tiene que tener a su disposición para expresar su voluntad. La democracia no puede girar en el vacío, no funciona sola, necesita instrumentos. Y los instrumentos son de dos tipos: institucionales: el Congreso, las Legislaturas, los Concejos Deliberantes y, por otro lado, instrumentos políticos, que son los partidos políticos. ¿Para que sirven los partidos políticos?: para controlar a quien ejerce el poder y para ofrecer una alternativa. Esto significa que solamente con la existencia de partidos políticos diferenciables, el ciudadano preserva su capacidad de elegir. Si no existen partidos políticos diferenciables la gente no tiene capacidad de elegir porque no entiende cuales son las posiciones de cada uno, cual es la diferencia entre uno y otro. Por otro lado si no existe un funcionamiento institucional adecuado el poder tiene a concentrarse. Entonces esa democracia que flota en el aire, porque no tiene columna de sustentación, cada día es menos democracia. La clave de la actual crisis del sistema político argentino es que ha perdido representatividad. El sistema de partidos funciona en la medida que represente a la opinión pública. La gente debe sentir que ese sistema expresa sus intereses. Y los partidos políticos, la dirigencia política argentina tendieron a la oligarquización, a defender sus propios intereses y además tiene fuertes deformaciones de corrupción. Por lo tanto la gente no confía. Y si no hay confianza y no hay diferenciación ideológica no hay representatividad ni hay capacidad de diferenciación. ¿Como se hace para salir de este punto? Acá es una bifurcación de caminos: o acá la gente advierte claramente que la democracia así no funciona y por lo tanto reclama la devolución de los instrumentos, reclama la presencia de las instituciones y los partidos o la democracia entra en un cono de sombra, absorbida por el autoritarismo populista, que es lo que expresa el presidente Kirchner. La única manera por la cual la gente va a pedir el refortalecimiento de los instrumentos, de los partidos y de las instituciones es si los partidos se renuevan desde el punto vista metodológico, ideológico, y desde el punto de vista dirigencial. La falta de representatividad de la política Argentina llevó a que la política se despolitizó. No hay contenido político en la propuesta. Hay solamente contenidos personalizados. Son diferencias entre actores políticos, no entre modelos políticos ni entre ideas políticas y ahí tenemos que hoy los protagonistas de la política argentina son, por un lado Kirchner, que ni siquiera se autodefine como peronista y por otro lado proyectos estrictamente personales como Lilita Carrió, Ricardo López Murphy o Mauricio Macri, que expresan la trascendencia que puede adquirir una figura política individual, pero no un sistema articulado de ideas. La que más se aproxima es Lilita Carrió, que tampoco exhibe un sistema articulado de ideas: exhibe una propuesta ética, por lo tanto se diferencia un poco porque ella hace un reclamo de transparencia moral. Pero yo no se cual es la diferencia de pensamiento económico entre Lilita, Macri, López Murphy y Kirchner, salvo que presumo que Lilita tiene una visión un poco más progresista en cuanto a distribución del ingreso. Pero no hay una articulación, no hay una propuesta desarrollada, no hay un marco de ideas al cual la gente puede referirse para elegir. Esa es la despolitización. La gente percibe la falta de debate político en la Argentina. Percibe el vacío político en la Argentina. No se siente representada por la oligarquización. Yo no creo que la solución haya que esperarla de la gente. Además se dice que la izquierda y la derecha ya no tienen sentido. Esa es la desideologización de la política y es un proceso mundial, que afecta a los partidos europeos y que siempre afectó a los partidos norteamericanos. Hay un proceso de desideologización, de preeminencia del mercado, de la eficacia productiva, no de la eficacia distributiva y del consumismo y por lo tanto esto parece estar atado a una visión no política de la sociedad. ¿Como se sale de esta situación? En este momento no hay oferta de modelos distintos. ¿Cómo se vuelve a politizar la política? Esto requiere de un proceso de maduración de una nueva dirigencia social y política, que vuelva a instalar el debate. No hay manera de hacerlo premeditadamente. Hay que acompañar un proceso de social de reclamo, de reclamo explícito o implícito. Y hay que estar preparado para darle contestación. Me parece que por ahí pasa la cosa. Creo que el presidente de la República no contribuye en absoluto, porque su modelo político es personalizado, porque ha actuado deliberadamente para destruir el sistema de partidos, porque es mentira que quiera crear dos grandes corrientes, una de centroizquierda y otra de centroderecha: él quiere crear poder para él y nada más y no le importa si el poder viene de la derecha o de la izquierda. Cualquier modelo progresista implica distribución y no solo de la riqueza sino del poder que es la manera de llegar a la distribución de la riqueza. Kirchner tiene un modelo de concentración y no de distribución del poder que es exactamente lo antiprogresista. Por lo tanto no creo que podamos esperar nada del presidente en ese sentido. Por el contrario tenemos que esperar una profundización de la manipulación dirigencial mas ‘borocotós’, mas intendentes K, más gobernadores K y eso es una incitación a la destrucción de la política. La gente, desde 1982 en adelante, optó por vivir en democracia, decidió que la Argentina debía vivir en democracia, por dos razones convergentes: la guerra de Malvinas y la represión. Por las consecuencias que la guerra de Malvinas trajo para la vida de muchos argentinos y por el conocimiento de la represión indiscriminada del gobierno militar. La decisión de la guerra de Malvinas, más la represión generaron una especie de vacuna antigolpista en la Argentina. Hoy la sociedad argentina es preponderantemente democrática, acepta la democracia en términos superiores a los que se la aceptó históricamente, especialmente a partir del ’30 cuando el alejamiento con la democracia fue muy fuerte. El único camino es la democracia.