En relación al acuerdo con el FMI

En agosto del año pasado, en un artículo publicado por “Clarín” (26 de Agosto de 2024, página 27) dijimos que el programa de ajuste en ejecución disminuiría el déficit  fiscal a costa de profundizar la fragmentación social. Los datos incorporados a partir de esa fecha ratifican el diagnóstico: el nivel de desigualdad que convirtió a la Argentina en una sociedad desequilibrada, no ha hecho más que consolidarse.

Los polos de actividad económica en los que el gobierno pretende apoyar el crecimiento son –básicamente- el agro, la energía, el impulso proyectado para la gran minería y el litio. Desde el punto de vista geográfico, esas actividades se desarrollan en la Región Pampeana y en tareas extractivas ubicadas en el eje andino de la Patagonia, Salta y Jujuy. Si se concreta, el crecimiento no será homogéneo. No incluirá el AMBA o a las concentraciones demográficas como Córdoba o Rosario, porque el programa en aplicación carece de una política que favorezca el empleo industrial en los sectores urbanos.

En el año 2004, el 91% de los argentinos nos percibimos como integrantes de la clase media o alta. El 9% restante decía pertenecer a la clase baja. En la actualidad, el 52% de autoubica en la clase baja y el 47% en la media. Las cifras demuestran una pérdida de homogeneidad que compromete la calidad de vida de quienes padecen ese notable retroceso, que modificó de manera dramática la estructura de nuestra sociedad. El trabajo no registrado y el nivel de pobreza son equivalentes y afectan a alrededor del 40% de los habitantes.

Esa profunda modificación en la distribución del ingreso impactó directamente sobre el consumo, que cayó el 21% desde el 2011 y medido per cápita, disminuyó un 26% en ese mismo período: desde una base del 103 en 2011, hoy estamos en 77.

La inversión pública en infraestructura física (autopistas, rutas, ferrocarriles, puertos, aeropuertos) cayó un 80%. Esa situación es insostenible en el mediano plazo, porque el deterioro natural de un sistema ya insuficiente encarecerá notablemente el costo del transporte en un territorio donde las distancias son un factor determinante en el nivel de precios.

En el discurso del 11 de abril último, el Presidente no dijo la verdad, actitud que asume con bastante frecuencia.

a.-  Afirmó que a partir del acuerdo con el FMI, “rompimos el último eslabón de la cadena que nos tenía atados. Eliminamos el cepo para siempre” (La Nación, pág. 15).

En el mismo ejemplar de “La Nación”, pág. 12, queda aclarado que la eliminación del cepo es solo para personas físicas: “Las que no se quitarán son algunas restricciones para las empresas,. La eliminación del cepo avanza, pero seguirá siendo en capas para evitar la volatilidad. El gobierno dijo que se va a ir liberando las restricciones a medida que la situación lo permita. Y anunció que emitirá nuevos bopreales para el stock de utilidades de las compañías”.

b.- En ese mismo discurso, Milei sostuvo que el costo del ajuste no lo pagó el pueblo, sino el Estado. La realidad muestra que el costo del ajuste lo asumieron específicamente los jubilados, los trabajadores no registrados, los empleados públicos cuyos salarios crecieron por debajo de la inflación o fueron despedidos, los salarios de convenio que también crecieron por debajo de la inflación, el consumo y el nivel de empleo registrado, que en el primer trimestre de 2025 siguió cayendo, así  como la inversión pública en ciencia, educación y salud.

La insistencia en mantener el valor del dólar en el límite inferior de la banda pactada con el FMI como ancla de la inflación, limita la competitividad exportable y favorece las importaciones y la compra de bienes en el exterior. Además, ratifica la opción del “carry trade” como negocio mediante el cual algunos argentinos están ganando verdaderas fortunas.

Es cierto que la economía argentina dejó de crecer en 2011 y que la ampliación de los niveles de desigualdad, pobreza y trabajo en negro comenzó antes de Milei. Pero, como dijimos hace ya tiempo, el problema consiste en que el ajuste permanente como único instrumento de política económica consolida la fractura social. Esa consolidación es producto de un problema conceptual: Milei desprecia el concepto de justicia social con la misma convicción conque desprecia la democracia. Su propuesta pasa por una sociedad jerarquizada a partir del dinero. Piensa-como Trump o Elon Musk- que los ricos tienen derecho a ser los dueños del poder.

Debemos tener en claro que la vigencia real de un orden social consistente con la libertad, depende de una situación de equilibrio apoyada en un modelo de contenido igualitario en el que el trabajo registrado y la salud, la educación y la seguridad gratuitas y de acceso universal sean factores determinantes de integración y estabilidad. El equilibrio fiscal es condición necesaria –aun cuando no suficiente- para el crecimiento. Pero no servirá si como sucede ahora, lo obtenemos a costa del equilibrio social. 

22 de Abril de 2025                                             JUAN MANUEL CASELLA