América del Sur está a las puertas de entrada de un camino difícil, complicado y cuyo tránsito llena de dudas y alarmas al espacio territorial que San Martín, Bolívar y Artigas pensaron en un momento que podía conformar una gran unidad nacional apropiada para participar de los tiempos futuros.

 

A fines del siglo XVIII y  comienzos del XIX, la Revolución Francesa y la Revolución Americana abrían dos caminos hacia la libertad con diferentes concepciones filosóficas. Desde Francia sonaba la alerta para toda Europa y el sistema monárquico ya no daba respuestas a los auténticos reclamos de los pueblos que exigían su libertad, desde la individual a la religiosa pasando por una organización social justa y duradera.

 

En el Norte de América, concepciones que privilegiaban la libertad del ser humano y colocaban a éste en el centro de todo tipo de organización social, dejaban sentadas las bases del primer estado continental que se convertiría en el siglo XX en potencia mundial y en el XXI en block dominante responsable de los equilibrios internacionales.

 

Nuestra América del Sur, terminados los procesos independentistas, quedó liderada por dos naciones: Argentina y Brasil. Sus diferencias y sus coincidencias auguraban prosperidades o pobrezas, guerras nacionales o guerras civiles. La política exterior de Brasil y Argentina a lo largo del Siglo XIX y XX fijaban los ritmos para los restantes estados que integramos América del Sur. Fue a partir de 1985 cuando los Presidentes Raúl Alfonsín y Jose Sarney resolvieron un acuerdo histórico y decisivo que marca un antes y un después en la historia continental. Las bases que esos dos grandes estadistas establecieron para dejar atrás las diferencias de sus países y proyectaron acuerdos para un futuro de complementación, abriéndose al mundo con la confianza que daba que dos potencias regionales acordaran políticas de desarrollo, comercio, ciencia y tecnología y pilares institucionales que permitieron a Uruguay y Paraguay incorporarse a los acuerdos políticos y los cuatro países fundaron el Mercosur firmando la Carta de Asunción en 1991.

 

El Mercosur lleva 25 años de existencia y ha tenido altos y bajos, todos relacionados e íntimamente vinculados con los altos y los bajos que han tenido Argentina y Brasil desde lo político a lo comercial, pasando por la institucionalidad nacional y sus visiones que pautaban sus políticas internacionales, y en consecuencia el Mercosur solo ha servido hasta ahora para suavizar desacuerdos e impulsar unas escasas decisiones en lo comercial, que poco hemos aprovechado, y nada ha servido para el desarrollo de un mercado común con capacidad de competir en el mercado internacional.

 

Si miramos las situaciones extremas que viven países como Venezuela, los encuentros y desencuentros para resolver su paz interna en Colombia, las dificultades políticas y económicas que vive Ecuador, los resultados electorales de Bolivia, nos deja planteadas muchas dudas y preocupaciones.

 

En el Mercosur, Paraguay ha tomado una senda de desarrollo y estabilidad política institucional que todos comprobamos con alegría al ver cómo se va reconstruyendo un país que sufrió en el siglo XIX uno de los atropellos más devastadores,  consecuencia de la guerra denominada de la Triple Alianza. Brasil está viviendo la crisis política institucional más grave desde su independencia a la fecha. La Argentina, con más de 30 años de sistema democrático ininterrumpido, está en un momento de reencuentro nacional que, de consolidarse, terminará robusteciendo sus instituciones y generando una convivencia política que, en la discrepancia y hasta en el enfrentamiento, está dando al mundo la confianza de un país con todas las condiciones y capacidades para influir en el nuevo orden internacional.

 

La nueva política internacional argentina, conducida con inteligencia y firmeza por su Canciller Susana Malcorra, con envidiable sagacidad busca coordinar toda la nueva estrategia del Mercosur con Brasil pese a sus dificultades, y retoma el orden fundacional que mostraba al Mercosur con un co-liderazgo entre Argentina y Brasil similar al co-liderazgo que Francia y Alemania articularon en Europa para darle consistencia y credibilidad a la Unión Europea.

 

Desde mi país, el Uruguay, seguimos atentos este proceso, y oposición y gobierno empiezan a comprender que la política internacional no se diseña a partir de ideologías sino de intereses propios de cada nación y que el gran objetivo es coordinar los intereses de cada uno a través de acuerdos superadores que fijan intereses comunes regionales, como ser el posible acuerdo del Mercosur con la Unión Europea.

 

La nueva hora de Argentina le está permitiendo retomar su histórico liderazgo, y el co-liderazgo con Brasil hará posible, desde el Mercosur, no solo iniciar un camino de reencuentro y prosperidad para los pueblos que integramos este prometedor espacio, sino para toda América del Sur. que se verá influida sin intromisiones que respeten siempre las legítimas soberanías nacionales que ya nadie imagina en lesionar pero que recoja una nueva esperanza que desde el Río de la Plata impregne calidad institucional y solidez política para entonces, con políticas comerciales internas y políticas comerciales comunes externas, retomar las sendas que indicaron Bolívar, San Martín y Artigas.

 

 

 

El doctor Alberto Volonté ha sido Embajador del Uruguay en nuestro país (2000/2005).