El despido de la Canciller Diana Mondino, la forma desconsiderada con que se ejecutó y difundió esa decisión y la afirmación posterior acerca de que los funcionarios involucrados con el voto positivo en la ONU son “traidores a la Patria” que serán sumariados y echados de sus cargos, ratifica que el presidente Javier Milei ha decidido mostrar sin disimulo su vocación autoritaria y su desprecio por la verdad y el estado de derecho, ya expuestos al calificar a Raúl Alfonsín como golpista y adjudicarle falsamente la pesificación de una deuda privada pactada originalmente en dólares, que Alfonsín nunca decretó. Esas actitudes calumniosas e irracionales culminaron con la calificación de “imbéciles” a los representantes de los 187 países que votaron a favor del levantamiento del bloqueo a Cuba.

Esa es una de las caras visibles de un episodio que nos ridiculiza ante el mundo.

La contracara también es negativa. Frente a decisiones de ese tipo, no basta con la denuncia: hace falta la resistencia activa y pública. En este caso, como sucedió en decenas de antecedentes, los afectados aceptaron pasiva y silenciosamente el despido y en algunos casos –como lo hizo Mondino- agradecieron el honor de haber sido nombrados y ratificaron su identificación con quien los agraviaba con su maltrato. Solo dos funcionarios, Osvaldo Giordano (autor de la frase “no descarto la ignorancia”) y el Embajador Ricardo Lagorio, cada uno a su manera, demostraron respeto por sí mismos.

Este episodio tan desafortunado deberá servir para que los legisladores radicales que los medios designaron como “colaboracionistas” adviertan la incomodisima proximidad que en algún momento puede relacionar a la colaboración con la claudicación.

5 de Noviembre de 2024                                                                   

Juan Manuel Casella