“Cada época tiene su fascismo: sus señales premonitorias se evidencian por doquier. La concentración de poder niega al ciudadano la posibilidad y la capacidad de expresar y actuar su propia voluntad. A ésto se llega de muchas maneras y no necesariamente con el temor de la intimidación policíaca; sino negando o distorsionando la información, contaminando la justicia, paralizando la educación y defendiendo de modos muy sutiles la nostalgia de un mundo en el que reinaba el soberano orden y, en el cual, la seguridad de los pocos privilegiados descansaba sobre el trabajo y el silencio forzado de muchos”.