La tapa del libro dice, simplemente, “Viedma”. Debajo, Novela y, arriba, su autor, Gonzalo Alvarez Guerrero. Toda sencillez que contrasta, apenas iniciada la lectura, con los intrincados ejes temáticos que se superponen y entrecruzan hábilmente narrados por el autor.

Gonzalo Alvarez Guerrero es hijo de Osvaldo Alvarez Guerrero quien fue, además de uno de los dirigentes políticos más lúcidos de este país, gobernador de Rio Negro elegido en 1983 por un impresionante y masivo voto popular. Viedma era y es la capital de esa provincia. La sencillez de la tapa se va aclarando y ¿por qué novela? porque el autor combina sus recuerdos de muchacho adolescente que deja su ciudad –Bariloche- para mudarse a la residencia del nuevo gobernador en la capital provincial. Algunos de esos recuerdos son ficciones; otros realidades, vivencias de un joven común en su experiencia vital: el colegio, los amigos, las chicas más bonitas y los esfuerzos para las primeras conquistas. Pero paralelamente a estos relatos, la pluma ágil y profunda del autor se vuelca a la realidad histórica y política de la época. Acá ya no hay ficción sino revelaciones, hechos, trabajos, sueños y una esperanza que nacía: convertir a Viedma en la nueva Capital de la República Argentina.

“Flaco, se que estas de vacaciones, pero necesito que vuelvas a Viedma. Pasado mañana estoy ahí. Es algo muy importante y quiero que mantengas mi viaje en secreto”. Las palabras por teléfono del presidente Alfonsín sorprendieron al gobernador quien pregunta los motivos. “Te cuento ahí de que se trata”.

Ese jueves, por la noche, ambos gobernantes cenaron a solas en el amplio comedor residencial. Antes, el Tango 03 había aterrizado en una desolada pista de General Conesa, bien lejos, para no despertar sospecha. Durante la larga noche el presidente le cuenta el proyecto de mudar la Capital. “Vamos a marchar hacia el Sur, hacia el mar, hacia el frio”. El presidente contagia a su amigo de viejas y nuevas luchas quien, a su vez, participa su entusiasmo a su hijo Gonzalo: “Los viedmenses tienen la chance de ser el centro de una nueva historia, de una nueva Argentina, de colaborar para hacer un país más federal, mas patagónico…van a venir lideres e intelectuales de todo el mundo”, le dijo al hijo que se sumo de inmediato al sueño que nacía, y que se convertiría, para el autor, “en el último proyecto nacional frustrado”.

En otra ocasión, el Gobernador dice al país:”Queremos cambiar la Argentina en serio. Es un plan para fortalecer la Patagonia, para federalizar el país. Vamos a dividir la Provincia de Buenos Aires (el subrayado es nuestro) para que no haya un distrito tan poderoso…y acá vamos a hacer una ciudad hermosa”. Allí se elevan su estatura y visión de estadista. Un hondazo a la “Cabeza de Goliat” como llamo Martínez Estrada a la mega metrópolis; romper la columna vertebral de la histórica deformación estructural de la Argentina.

Pero el sueño duró poco. El 6 de septiembre de 1987 se realizaron las elecciones nacionales para elegir gobernadores de todas las provincias y renovar el Congreso. El peronismo logró una aplastante victoria. La UCR solo ganó en Córdoba y Rio Negro, su provincia. No obstante el triunfo, el gobernador sufre una grave derrota: la oposición se impuso en Viedma y eso lo lastima. “Un manotazo duro, un golpe helado/un hachazo terrible y homicida,/ un empujón brutal te ha derribado” habrá repiqueteado en su espíritu una vez más los versos de su querido Miguel Hernández.

El Gobernador toma del hombro a su hijo y le dice: “El proyecto se cae a pedazos…”

-¿“Que decís, papa?”

-“Eso. Es imposible seguir. Se termino acá. Alfonsín se queda sin poder, sin margen de maniobra. Se terminó, Viedma no va a ser la Capital…”

Se terminó.

 

 

Raul Ivancovich, sociológo y periodista.

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